MÉXICO - Con cobijas y mantas armaron un campamento improvisado en plena calle.
"Pasamos mucho frío, mucha hambre, la gente a veces nos trae comida y aquí dormimos nosotros", dijo Rosa Icela, migrante hondureña.
Decenas de centroamericanos ahora viven en una banqueta afuera de la Casa del Migrante de Saltillo, en el norteño estado de Coahuila, esperando a que la pandemia disminuya para poder seguir su camino rumbo a Estados Unidos.
"Esta calceta yo la guardo porque después me la pongo para el frío", dice Alex Naun, quien llegó desde Honduras.
El migrante afirma que a pesar de que el refugio ya está abierto, él decidió no ingresar por miedo a contagiarse.
"Es un virus que ataca al que está más pronto, pero gracias a mi padre celestial, nosotros nos cubrimos con la sangre de él desde que salimos de nuestro país", dice Alex Naun.
La Casa del Migrante cerró el pasado 19 de diciembre a causa de un brote de contagios; tras controlar el virus, reanudaron actividades hace cinco días. Sin embargo, no todos quisieron albergarse.
"La gente que está afuera es gente que no ha querido ingresar. La calle no es un lugar para vivir para nadie y tampoco es el objetivo de La Casa del Migrante", dice José Luis Manzo.
El COVID-19 golpeó a otros puntos de la frontera norte del país, como Baja California, donde por instrucciones sanitarias, redujeron su capacidad.
"Porque estamos haciendo eso para evitar contagios y riesgos por hacinamiento en los espacios", dice la trabajadora social Salomé Limas.
Mientras pasa la pandemia y se abren las fronteras, el gobierno mexicano ya prometió ayuda para los centroamericanos, que solo buscan cumplir un sueño, el americano.