MÉXICO - El agua no desciende. Las calles de Villahermosa, en el estado de Tabasco, ya cumplen siete días inundadas.
Miles de damnificados se resguardan en sus azoteas, y desde ahí claman por un poco ayuda.
"Que traigan comida, alimento, es lo que nada más queremos, alimento y comida".
En las zonas más alejadas, los operativos del ejército y la marina parecen no ser suficientes.
"Nos hemos roto la madre y estamos aquí arriba de las azoteas", dice María Cruz.
Y ante la falta de apoyo, brigadas de voluntarios se han organizado para acercar algunos víveres. Agua y comida que parecen caer del cielo.
"Esto es algo bastante doloroso, ver a tanta gente sufriendo con muchas necesidades", dice el rescatista Alberto Raymundo.
En medio de la catástrofe, los saqueos a casas y negocios no se hicieron esperar. Decenas de familias fueron trasladadas a albergues y otras tuvieron que esperar por un poco de comida, sin importar la sana distancia.
"Que nos traigan más apoyo porque hay mucha gente que está en sus casas y tenemos que salir hasta acá para que la gente nos traiga que comer".
El gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, recorrió las calles afectadas, donde recibió reclamos por entregar cubrebocas en lugar de alimentos o artículos de primera necesidad.
"Eso es lo que se debería de poner a pensar usted, gobernador, no nada más a caminar, que hacemos con un cubrebocas, dígame".
Tabasco se inundó por las fuertes lluvias del huracán Eta. Sin embargo, la situación se agravó debido al desfogue de la presa Peñitas, en el vecino estado de Chiapas, ordenado por la Comisión Federal de Electricidad.
Los daños también llegaron a Chiapas y Veracruz. En total, el sureste mexicano ya suma 27 muertos y alrededor de 180,000 damnificados.
